sábado, 18 de mayo de 2013

ENCUENTRO CON UN ADEPTO (Sergio Fritz Roa)




Aquellos que se interesan por disciplinas como la Magia y la Alquimia se han topado en varias ocasiones en sus lecturas o conversaciones con la enigmática figura del adepto. Y con toda seguridad se habrán hecho alguna de las siguientes preguntas: ¿Es un operador de prodigios? ¿Es un maestro? ¿Es alguien que ha alcanzado el final del camino esotérico?

En definitiva, ¿qué caracteriza a ese noble ser que en los libros esotéricos es llamado adepto?

A través de un escritor y de una obra podremos acercarnos a su comprensión.

*

Paul Brunton – nuestro escritor- es conocido por sus libros de viajes a Oriente. Entre ellos destacan especialmente “La India misteriosa” y “El Egipto secreto” (1), donde encontramos entrevistas a personajes de los más diversos tipos, pero que tienen la virtud de acercarse a lo paranormal e incluso en ocasiones a lo propiamente esotérico: Desde encantadores de serpientes a hipnotistas de personas; de falsos maestros a  gurúes auténticos.

En las páginas finales (283 y ss. en la edición que tenemos a la vista) de “El Egipto secreto”, libro que aquí nos interesa, Brunton relata un extraordinario encuentro con un verdadero adepto.

Mientras estaba en contemplación en una colina del desierto percibe que a pocos metros  de él hay un desconocido que comparte la observación del paisaje silencioso. Era de escasa altura, llevaba un turbante blanco y cuando el desconocido dirige su mirada hacia Brunton siente sin saber por qué algo así como estar ante un ser excepcional. Los ojos fueron lo que más le impresionó. “Eran círculos perfectos grandes y hermosos, de luminoso color, y tenían el blanco tan pronunciado que daban una profundidad casi sobrenatural a las pupilas negras como el azabache”.

Luego de dos minutos en que silenciosamente se observan y un extraño mareo de parte del autor, empieza una interesante conversación. El árabe le indica: “Yo he querido deliberadamente que usted experimentara esa sensación. Fue mi voluntad que le transmitiera silenciosamente un mensaje. ¡Y así fue!”.

Le menciona que a veces los caminos de los hombres se cruzan. Este era uno de esos   casos.

El personaje se define como adepto, palabra que prefiere frente a otras.

“Mi interlocutor me dijo que a voluntad y a cualquier distancia podía intercambiar pensamientos con sus colegas adeptos; que un adepto podía usar temporariamente el cuerpo de otra persona, generalmente de un discípulo, mediante el proceso llamado técnicamente “eclipse”; durante el cual proyecta el alma hacia el cuerpo del otro, debiendo este otro estar completamente dispuesto y preparado, y encontrarse receptivo y pasivo”.

Luego de dejar atónito al autor al dar muestras de conocer su nombre, el misterioso árabe le indica el suyo iniciático: Ra-Mak-Hotep, el cual más allá de las traducciones que pudieran ofrecer los eruditos, para el adepto significa simplemente un estado: estar en paz.

“Ahora mi hogar es todo el mundo. Asía, África, Europa y América. Conozco todas esas tierras y circulo por ellas. Soy oriental solamente de cuerpo, porque mi mente no es de ningún país en particular y mi corazón es únicamente de la paz”.

Luego de una hora de instrucción espiritual se despidió.

Ese fue el primer encuentro.

El segundo ocurrió cerca del templo de Luxor. Allí el Adepto le enseñó a Brunton que los arqueólogos al develar las antiguas tumbas egipcias liberaron fuerzas de gran peligro para toda la humanidad. La momificación era una práctica que había degenerado, pues en sus comienzos se aplicaba “sólo a los reyes adeptos de la edad de oro del Egipto prehistórico, y a los altos sacerdotes de avanzada espiritualidad que eran verdaderos conductos de Dios, para que sus cuerpos materiales, impregnados de su santo poder, pudieran seguir existiendo y sirviendo como focos que irradiasen al mundo ese poder”.

“Preparada la tumba física, invocaban, o hacían invocar por algún sacerdote bien capacitado a un ente espiritual, creación elemental artificial, imperceptible para los sentidos corporales, a veces bueno pero más a menudo malo, para que protegiera y vigilara la momia y actuara en la tumba como espíritu guardián”. Y después: “Esos poderes eran a menudo sumamente malos, conminantes y destructores. Existían dentro de las tumbas y podían seguir existiendo durante miles de años”.

A continuación señalará una amenaza que se cierne sobre el mundo actual, que nos recuerda a las dadas por René Guénon en alguna de sus cartas (2):

“Cuando el mundo moderno llegue a darse cuenta que en cierta  cantidad de esas tumbas hay encerrados espíritus malignos quizá ya sea demasiado tarde; porque para ese entonces ya se habrán abierto todas las tumbas y escapado los diabólicos seres que aprisionan”.

“Nosotros que nos preocupamos por el bienestar espiritual de la humanidad, combatimos a esas fuerzas tenebrosas en su propio campo, pero por leyes de la naturaleza no nos está permitido destruirlas, como tampoco nos está permitido destruir a los hombres vivos que son peligrosos para sus semejantes. Nuestros poderes son limitados y nos constriñen a amparar personas e instituciones con nuestra protección especial”. “Los objetos que son sacados de las tumbas junto con las momias, tales como escarabajos, joyas, amuletos y muebles, llevan consigo la influencia de las tumbas”.

En cuanto al tema de la inmortalidad o al menos a vidas de gran duración, Ra-Mak-Hotep indicará que en Egipto hay tumbas de adeptos que jamás podrán encontrar los excavadores normales, y que no son tumbas de muertos sino de vivos, quienes están en un “trance”. Incluso menciona de un adepto que se encuentra en su tumba desde el año 260 A.C, e incluso otro de hace 10.000 años. Entre otras características, estos adeptos trabajan por el progreso espiritual de los hombres y saben todo lo que ocurre en la superficie.

Por último, una información de importancia:

“Los tesoros espirituales que conservan los antiguos adeptos egipcios son transmitidos a los adeptos vivos. Cuando llegue el momento de despertarlos, el ritual correspondiente tendrá que ser cumplido por uno de estos últimos”.

Hemos querido usar el encuentro del escritor Brunton con Ra-Mak-Hotep como base explicativa de lo que sería y es un adepto, pues nos permite extraer algunas de sus características:
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      1.-Vida dedicada a la espiritualidad y al conocimiento esotérico
-          2.-Conformidad en sus actos con la Ley Divina
-          3.-Conocimiento real de asuntos trascendentes
-          4.-Facultades paranormales (clarividencia, etc.). Estas pueden o no emplearlas.
-          5.-Contacto con entidades espirituales, humanas y no humanas.
-          6.-Depositarios de saberes dados por otros maestros o presencias angelicales o directamente de Dios.
-          7-Entrega de enseñanzas a quienes consideren aptos
-          8.-En muchos casos, son viajeros.
-          9.-En muchos casos, son solitarios. Alejados de los hombres.
-          10.-Evitan hablar temas que no digan relación con cuestiones espirituales
-          11.-Pacíficos
-          12.-Su presencia irradia una luz especial

    Sin duda, hay muchas otras características; pero, las mencionadas y la lectura profunda de los hechos relativos al encuentro de Paul Brunton con Ra-Mak-Hotep son suficientes para aproximarnos seriamente a la comprensión de lo que es un adepto.


  
NOTAS:
1.- “El Egipto secreto”. Paul Brunton, Librería Hachette S.A., segunda edición, Buenos Aires, 1957.
2.- Guénon, sin embargo, es escéptico del adepto en cuestión: "Al final del volumen, el autor cuenta su encuentro con un “adepto” (¿?), cuyos discursos sobre el peligro de ciertas excavaciones en las tumbas antiguas nada tienen de particularmente “trascendente”; no queremos ciertamente poner en duda su buena fe, pero nos preguntamos si no habría sido todo simplemente mistificado... (Reseña en Etudes Traditionnelles, noviembre de 1936). Lamentablemente lo dicho por René Guénon en esta ocasión no nos parece muy fundado.