sábado, 7 de marzo de 2015

¿Una historia de vampiros? (Sergio Fritz Roa)







En ocasiones la vida nos conduce a extraños senderos. Es curioso como en periodos a veces muy extensos nos acompañan personas, respecto a las cuales después no sabemos nada o si lo sabemos la comunicación se pierde o no es relevante.

Durante 3 ó 4 años mantuve amistad con un joven al cual me referiré simplemente como A.J. Nos habíamos acercadoo debido al mutuo interés que teníamos en la Alquimia y la Magia. Yo debía tener unos 20 años, y él me superaba en unos diez. A.J. era un caballero en el real sentido de la palabra. Muy educado, amable y servicial. Siempre bien vestido, a pesar de su origen humilde; era un amante del conocimiento directo. Estaba viviendo un momento económico positivo que le permitía comprar cuanto libro de Alquimia y Magia hallara, sin que el precio fuera obstáculo.

Aprendí de él que el camino esotérico no es ajeno ni incompatible con una situación económica mediana y buena. Es más, para los occidentales modernos es necesaria una comunión entre ambas dimensiones. A.J me insistía que yo debía terminar mi carrera o al menos si emprendía algo diferente ser capaz de solventar bien mis compromisos. Me había casado recién y A.J me decía que no por amor a la Gnosis debía de olvidarme de lo material. Decía que la mayoría de la gente pensaba que eran cosas opuestas; pero que eso era un gran error. Y así, si no había cierta estabilidad económica no podríamos dedicar la mente al trabajo alquímico, costear la compra de libros, materiales de laboratorio o viajar. Además, el hecho de ser capaz de resolver lo material era demostración de un esfuerzo y una voluntad que estaba capacitada de dar el segundo paso hacia algo más complejo: la vía espiritual. Pienso que quienes empiezan esta senda, no deben olvidar estas sabias palabras. Ser capaz de trabajar, ser autosuficiente en lo económico, te dará libertad, ayudará a tu familia, no habrán roces por dinero con la pareja, y facilitará proveerse de los materiales y el tiempo que requiere la operatoria mágica. No se malentienda y se piense que yo propongo que es un deber ser rico. Nada de eso. Solo se exigirá ser capaz de poseer lo necesario, lo indispensable, en lo material, y poder contar con ciertos ahorros; para que nuestra atención y tiempo puedan destinarse también al desarrollo del Arte Mágico.

Otra cosa que pude aprender con A.J fue el gran respeto que debe tenerse a la Magia. Yo como librero me sorprendo a veces cuando la gente se me acerca y pide libros de Magia, casi con un tono divertido. La Magia no es un juego. O si lo es, se trata de un Juego-Fuego. Pero, no un juego vulgar. Para hablar Alquimia, con A.L siempre nos referíamos siguiendo en ello a Eugène Canseliet, diciendo “Dama Alquimia”.

Recuerdo las bellas conversaciones que tuvimos, y que a pesar de ser un gran apasionado era una persona noble, amante de lo simple.

Fue en una ocasión hablando sobre hechos misteriosos y especialmente de seres extraños me contó una experiencia que había vivido cuando trabajó en una empresa, antes de ser independiente. Era una industria grande de la zona sur de la capital. A.J como todos los demás trabajadores almorzaba en el casino. En una ocasión en que estaba allí vio a una joven que lo deslumbró. ¡Nunca había visto una mujer así! Era rubia, de tez muy blanca, casi fantasmal, pero de facciones finas, armónicas. Pero, más allá de su belleza física lo que era sorprendente era ese halo misterioso que la rodeaba No caminaba ni miraba como la mayoría. Tenía un aire aristocrático que la distinguía del resto. Al joven le llamó la atención que ella nunca conversaba con nadie. Solitaria almorzaba en una mesa.

Vestía siempre de negro, y cuando le preguntó a otros compañeros de trabajo por ella, se le dijo que estaba en otra sección, pero que poco o nada se sabía de ella, pues era en extremo reservada.

                                   


A.J la veía casi todos los días en el casino y no sabía cómo acercársele, hasta que en una ocasión estuvieron los dos muy cerca, con las bandejas en las manos, esperando en la fila, la comida. Fue entonces que A.J se atrevió a hablar. Por cierto, lo que dijo no era nada profundo. Pero pudo ver simpatía en ella, lo que lo envalentonó a preguntar si podía comer a su lado.

Así partió una curiosa amistad y algo más...

Ella era en extremo celosa de su intimidad y la poca información que nuestro amigo pudo extraer fue que vivía en una población junto a su madre.

La atracción que sentía por ella, aumentaba; y al parecer ella sentía lo mismo, pero evitaba manifestarla, por alguna razón. En una ocasión le dijo a A.J que su amor sería eterno, pero que no requería de las clásicas manifestaciones físicas de las parejas. Que eso no importaba frente a un amor de verdad espiritual; y que no era bueno para él que emprendiesen el típico amor de pareja, la convivencia o cosas parecidas.

Nuestro amigo le ofrecía ir a dejarla al hogar, pero ella era muy reacia. Únicamente aceptaba que él la dejara en el paradero y que se despidiese cuando llegase el microbús.

Así pasaron algunas semanas cuando A.J no resistió más y quiso saber porqué le era vedado conocer su domicilio. Fue tanta la insistencia que ella le permitió ir juntos en el medio de transporte; pero nada más. ¿Por qué no permitía dejarla en su hogar? No había respuesta lógica. Solo insistía en que no podía hacerlo. La dejó en una esquina y ella le otorgó un beso en la boca, el único que le daría... Un beso frío, mortal, impactante. Nunca sentiría algo así en todo su ser. Era como recibir un fuego helado, algo imposible.

Esperó que se alejase un poco, y sigilosamente la siguió. El barrio era un tanto peligroso, y pensó que por ello la mujer no deseaba que él se adentrase por esas callejas pobres.

Debe haber avanzado unas dos cuadras cuando vio lo que parecía una casa abandonada o al menos una bastante descuidada.

Pues bien, ya sabía donde vivía. La misión se cumplió. Podría volver a su hogar.

Sin embargo, al día siguiente algo extraordinario ocurrió: no vio a la mujer en el casino ni en su sección de trabajo. Lo mismo ocurrió al día siguiente y por otros cuatro días. En la industria le dijeron que simplemente se había ausentado y que no había avisado de ello, como tampoco se habían presentado licencias médicas.

¿Estaría enferma o había sufrido un percance grave? Decidió saber qué ocurría, y prestar su ayuda. Ya conocía como llegar a su morada y en la tarde se dirigió hacia allá.

Esta vez pudo contemplar mejor la casa y se horrorizó al ver el nivel de vetustez de ésta. Nadie podía vivir allí, pensó. Pero, ¿cómo era posible ello si la vio entrar a ese lugar? Y, por otro lado, ¿qué ocurría con su madre?

Llamó dos, tres, cuatro veces, en voz alta. Y nada. Ninguna respuesta.

Fue entonces cuando un vecino se le acercó, al escuchar las llamadas. A.J le explicó que buscaba a alguien que vivía allí. El otro hombre se puso pálido y le dijo que allí no vivía nadie, al menos en un periodo de diez o más años. A.J sintió un frío por todo el cuerpo. Insistió. ¡Allí había visto a una joven pálida, que solía vestirse de negro que vivía junto a su madre!

El morador del barrio empezó a tiritar. Le pidió que describiera otra vez a la mujer, y que si estaba seguro que ella vivía con su madre. A.J lo hizo y afirmó lo último. Entonces, el contertulio temblando le dijo que esas descripciones correspondían efectivamente a dos personas... pero que habían muerto hace una década o más, cuando hubo el incendio de la casa.

A.J cuando contaba esta historia se emocionaba. Me dijo que en este mundo no solo vivían hombres en las ciudades conviviendo con otros hombres. Había muertos vivientes, de los cuales los vampiros son una especie. Y para él esa pálida, fría y hermosa mujer no era un fantasma sino un vampiro.

Nunca más supo de ella ni volvió a ese barrio perdido entre los más lúgubres sectores del sur de Santiago de Chile.


(Sergio Fritz Roa, 08 de Marzo de 2015)