En ocasiones la vida
nos conduce a extraños senderos. Es curioso como en periodos a veces
muy extensos nos acompañan personas, respecto a las cuales después
no sabemos nada o si lo sabemos la comunicación se pierde o no es
relevante.
Durante 3 ó 4 años
mantuve amistad con un joven al cual me referiré simplemente como
A.J. Nos habíamos acercadoo debido al mutuo interés que teníamos
en la Alquimia y la Magia. Yo debía tener unos 20 años, y él me
superaba en unos diez. A.J. era un caballero en el real sentido de la
palabra. Muy educado, amable y servicial. Siempre bien vestido, a
pesar de su origen humilde; era un amante del conocimiento directo.
Estaba viviendo un momento económico positivo que le permitía
comprar cuanto libro de Alquimia y Magia hallara, sin que el precio
fuera obstáculo.
Aprendí de él que
el camino esotérico no es ajeno ni incompatible con una situación
económica mediana y buena. Es más, para los occidentales modernos
es necesaria una comunión entre ambas dimensiones. A.J me insistía
que yo debía terminar mi carrera o al menos si emprendía algo
diferente ser capaz de solventar bien mis compromisos. Me había
casado recién y A.J me decía que no por amor a la Gnosis debía de
olvidarme de lo material. Decía que la mayoría de la gente pensaba
que eran cosas opuestas; pero que eso era un gran error. Y así, si
no había cierta estabilidad económica no podríamos dedicar la
mente al trabajo alquímico, costear la compra de libros, materiales
de laboratorio o viajar. Además, el hecho de ser capaz de resolver
lo material era demostración de un esfuerzo y una voluntad que
estaba capacitada de dar el segundo paso hacia algo más complejo: la
vía espiritual. Pienso que quienes empiezan esta senda, no deben
olvidar estas sabias palabras. Ser capaz de trabajar, ser
autosuficiente en lo económico, te dará libertad, ayudará a tu
familia, no habrán roces por dinero con la pareja, y facilitará
proveerse de los materiales y el tiempo que requiere la operatoria
mágica. No se malentienda y se piense que yo propongo que es un
deber ser rico. Nada de eso. Solo se exigirá ser capaz de poseer lo
necesario, lo indispensable, en lo material, y poder contar con
ciertos ahorros; para que nuestra atención y tiempo puedan
destinarse también al desarrollo del Arte Mágico.
Otra cosa que pude
aprender con A.J fue el gran respeto que debe tenerse a la Magia. Yo
como librero me sorprendo a veces cuando la gente se me acerca y pide
libros de Magia, casi con un tono divertido. La Magia no es un juego.
O si lo es, se trata de un Juego-Fuego. Pero, no un juego vulgar.
Para hablar Alquimia, con A.L siempre nos referíamos siguiendo en
ello a Eugène Canseliet,
diciendo “Dama Alquimia”.
Recuerdo
las bellas conversaciones que tuvimos, y que a pesar de ser un gran
apasionado era una persona noble, amante de lo simple.
Fue
en una ocasión hablando sobre hechos misteriosos y especialmente de
seres extraños me contó una experiencia que había vivido cuando
trabajó en una empresa, antes de ser independiente. Era una
industria grande de la zona sur de la capital. A.J como todos los
demás trabajadores almorzaba en el casino. En una ocasión en que
estaba allí vio a una joven que lo deslumbró. ¡Nunca había visto
una mujer así! Era rubia, de tez muy blanca, casi fantasmal, pero de
facciones finas, armónicas. Pero, más allá de su belleza física
lo que era sorprendente
era ese
halo misterioso que la
rodeaba No caminaba ni
miraba como la mayoría.
Tenía un aire aristocrático que la distinguía del resto. Al
joven le llamó la
atención que ella nunca
conversaba con nadie. Solitaria almorzaba en una mesa.
Vestía
siempre de negro, y cuando le preguntó a otros compañeros de
trabajo por ella, se
le dijo que estaba en otra sección, pero que poco o nada se sabía
de ella,
pues era en extremo reservada.
A.J
la veía casi todos los
días en el casino y no sabía cómo acercársele, hasta que en una
ocasión estuvieron
los dos muy cerca,
con las bandejas en las
manos, esperando en la
fila, la comida. Fue entonces que A.J se atrevió a hablar. Por
cierto, lo que dijo no
era nada profundo. Pero
pudo ver
simpatía en ella, lo que
lo envalentonó a preguntar si podía comer a su lado.
Así
partió una curiosa amistad y algo más...
Ella
era en extremo celosa de su intimidad y la poca información que
nuestro amigo pudo extraer fue que vivía en una población junto a
su madre.
La
atracción que sentía por ella, aumentaba; y al parecer ella sentía
lo mismo, pero evitaba manifestarla,
por alguna razón. En una ocasión le dijo a A.J que su amor sería
eterno, pero que no requería de las clásicas manifestaciones
físicas de las parejas. Que eso no importaba frente a un amor de
verdad espiritual; y que
no era bueno para él que emprendiesen el típico amor de pareja, la
convivencia o cosas parecidas.
Nuestro
amigo le ofrecía ir a dejarla al
hogar, pero
ella era muy reacia.
Únicamente aceptaba que él la dejara en el paradero y que se
despidiese cuando llegase el microbús.
Así
pasaron algunas semanas cuando A.J
no resistió más y quiso
saber porqué le era vedado conocer su domicilio. Fue tanta la
insistencia que ella le permitió ir juntos en el medio de
transporte; pero nada más. ¿Por qué no permitía dejarla en su
hogar? No había respuesta lógica. Solo insistía en que no podía
hacerlo. La dejó en una esquina y ella le otorgó
un beso en la boca,
el único que le daría... Un beso frío, mortal, impactante. Nunca
sentiría algo así en todo su ser. Era como recibir un fuego helado,
algo imposible.
Esperó
que se alejase un poco, y sigilosamente la siguió. El barrio era un
tanto peligroso, y pensó que por ello la mujer no deseaba que él se
adentrase por esas callejas pobres.
Debe
haber avanzado unas dos cuadras cuando vio lo que parecía una casa
abandonada o al menos una bastante descuidada.
Pues
bien, ya sabía donde vivía. La
misión se cumplió. Podría volver
a su hogar.
Sin
embargo, al día siguiente algo extraordinario ocurrió: no vio a la
mujer en el casino ni en su sección de trabajo. Lo mismo ocurrió al
día siguiente y por otros cuatro días. En
la industria le dijeron que simplemente se había ausentado y que no
había avisado de ello, como tampoco se habían presentado licencias
médicas.
¿Estaría
enferma o había sufrido
un percance grave?
Decidió saber qué ocurría, y prestar su ayuda. Ya conocía como
llegar a su morada y en la tarde se dirigió hacia allá.
Esta
vez pudo contemplar
mejor la casa y se horrorizó al ver el nivel de vetustez de ésta.
Nadie podía vivir allí, pensó. Pero, ¿cómo era posible ello si
la vio entrar a
ese lugar? Y, por otro lado, ¿qué ocurría con su madre?
Llamó
dos, tres, cuatro veces, en voz alta. Y nada. Ninguna respuesta.
Fue
entonces cuando un vecino se le acercó, al
escuchar las llamadas.
A.J le explicó que buscaba a alguien que vivía allí. El otro
hombre se puso pálido y le dijo que allí no vivía nadie, al menos
en un periodo de diez o más años. A.J sintió un frío por todo el
cuerpo. Insistió. ¡Allí había visto a una joven pálida, que
solía vestirse de negro que vivía junto a su madre!
El
morador del
barrio empezó a tiritar. Le pidió que describiera otra vez a la
mujer, y que si estaba seguro que ella vivía con su madre. A.J lo
hizo y afirmó lo último. Entonces, el contertulio temblando le dijo
que esas descripciones correspondían efectivamente a dos personas...
pero que habían
muerto hace una década o más, cuando
hubo el incendio de la
casa.
A.J
cuando contaba esta historia se emocionaba. Me dijo que en este mundo
no solo vivían hombres en las ciudades conviviendo con otros
hombres. Había muertos vivientes, de los cuales los vampiros son una
especie. Y para él esa pálida, fría y hermosa mujer no era un
fantasma sino un vampiro.
Nunca
más supo de ella ni
volvió a ese barrio perdido entre los
más lúgubres
sectores del
sur de Santiago de Chile.
(Sergio Fritz Roa, 08 de Marzo de 2015)